«tanto amó al mundo que le entregó a su Hijo unigénito»

 

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Génesis 3 habla del Jardín del Edén. Allí la Serpiente tentó a Adán y Eva para que eligieran su propia voluntad por encima de la voluntad de Dios. Después de la elección de Adán y Eva de seguir su propia voluntad, Dios también tuvo que elegir entre vivir entre el pecado del hombre o separar Su presencia directa de la humanidad.

 

El tema de la Biblia es volver a reunir al hombre en la presencia directa de Dios Padre que está en los cielos.

 

¿Cómo podría el Dios de la Santidad, que mantiene un entorno de rectitud, acoger a la humanidad en su presencia?

 

Dios Padre proveyó a su amado Hijo, Jesucristo, para enseñarnos la Palabra de Dios y como sacrificio para limpiar nuestra historia de pecado, 1 Juan 1:8-9.

 

¿De qué nos sirve ser perdonados si vamos a volver a pecar? Junto con el don del perdón está el don de la gracia. La gracia implica crecer en justicia. Esto puede resultar en que el egocentrismo tenga menos control sobre nosotros. Aunque nuestra mente puede aprender elementos de la gracia, se requiere pedir a Dios en oración que transforme tal sabiduría en nuestros corazones. La mente puede conocerla. El corazón puede vivirla. La diferencia puede estar entre pretender ser espiritualmente maduro y realmente crecer en Jesucristo.

 

Al estar en la gracia de Dios, el estudiante que está comenzando este proceso de aprendizaje puede ser amado por El Maestro tanto como el estudiante listo para graduarse. En la parábola de Mateo 20:1-16 (RVR 1960),

Se refiere al Reino de los Cielos como el propietario de una viña que originalmente contrataba a trabajadores durante la mayor parte de sus vidas. (Las Escrituras utilizan el término «día»). Más tarde, el propietario (Jesucristo) contrató a otros trabajadores con el mismo salario por un tiempo de servicio menor. El significado del salario en las Escrituras es «la salvación» o «la capacidad de ir al cielo». Entonces, algunos de los que deberían haber sido los cristianos más maduros, que fueron contratados antes, mostraron envidia por la gracia que Jesucristo había mostrado. La parábola terminó con:

¹⁴ Toma lo que es tuyo, y vete; pero quiero dar a este postrero, como a ti. ¹⁵ ¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo mío? ¿O tienes tú envidia, porque yo soy bueno? 16 Así, los primeros serán postreros, y los postreros, primeros; porque muchos son llamados, mas pocos escogidos.

Cuando la gracia de Cristo ablanda el corazón de otra persona hasta el punto de la sumisión, incluso en la vejez, ¿por qué envidiar en lugar de alegrarse como muestra de amor al prójimo?

 

La gracia es un don para que nadie pueda jactarse, Efesios 2:8-9.

 

Nuestra responsabilidad en la preparación para el cielo requiere nuestra disposición a recibir cualquier lección que Dios tenga para nosotros. ¿Qué es más importante en la oración que pedir las cosas que Dios quiere que nuestros corazones aprendan?

 

Capítulo 4: «todo el que cree en él» en Juan 3:16